viernes, 6 de mayo de 2011

REIVINDICACIÓN

Como ya os conté en un post anterior, odio los bichos... Todos...

Y como podéis adivinar, la primavera es uno de los momentos más estresantes del año para mi... ¿Por qué hay tantas abejas? No es que no me guste en si la primavera: me encantan los colores de la naturaleza. De hecho, mi flor preferida sale ahora a relucir en los campos: La amapola. Esos campos rojos me fascinan. La flor en si me encanta: tan frágil que si la mano humana la toca se muere y tan fuerte que las tormentas no le hacen daño... E imposible de plantar en terrazas y jardines! O eso creo... Le tendré que preguntar a mi súper amigo paisajista si se puede...


Hoy he ido a comer con una amiga. Hemos comido en una terracita magnífica, con un mobiliario comodísimo, una carta genial, etc. En fin, que todo era perfecto. Hasta que han llegado. 

Ellas, sí, peludas, ruidosas, furiosas... Merodeando por ahí sin parar. Había muchas, un no parar... Ha sido horroroso... todavía puedo oír el zumbido... Qué manera de ponerme tensa sin pausa... No lo puedo remediar, les tengo pánico.

Y estábamos ahí hablando pero cada tres minutos aparecía un monstruo amarillo y negro de esos y vuelta a empezar: corazón palpitando rápido, radar de ruido para ubicación posterior, localización exacta y grito agudo (más movimientos de lo más cursis con mis manos, lo admito). Así no hay quien se concentre... ¡Qué prohiban las abejas en espacios públicos! Son perjudiciales para la salud... La cantidad de taquicardias que he tenido este mediodía me han dejado caos...

Incluso antes de cenar me ha cogido como una bajada de azúcar y pensaba que me desmayaba... Seguro que era por la tensión que he pasado... Esto es un no vivir: si entro dentro de los locales no puedo fumar y si me quedo en las terracitas me muero de ataques (y doy un espectáculo asegurado).

Al final, mi amiga ha acabado alterándose cada vez que yo me alteraba, y acababa haciendo también movimientos y gritos incontrolados. Tan monas las dos ahí puestas y de pronto nos cogían ataques que parecíamos dos locas... Todo el encanto a la basura. Claro que nos daba igual...

Pero el momento culminante ha sido cuando habían pasado como 15 minutos sin monstruos alrededor. Y estaba tranquila... De pronto miro y en mi regazo, había una súper peluda abeja sentadita... ¿Es que tengo cara de flor? ¿Mi trench parecen pétalos? Es que ni por el color... ¡¿Y por qué vienen a mi?!

Total, que estoy agotada... Y no por la astenia primaveral, sino por los monstruos primaverales... 

En ese momento, más que taquicardia directamente me ha salido el corazón... Y ahora, lo estoy pagando caro... ¡Malditos monstruos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario