domingo, 29 de mayo de 2011

CHA-CHA-CHA

¡Y un-dos-tres-cuatro... y un-dos-tres-cuatro! Cha-cha-cha...

Hace años me dio por aprender bailes de salón. Quien más quien menos, ha hecho alguna clase o curso de baile. Y es que a mi me encanta bailar. Me encanta hacer el payaso en mi casa sin parar, me pongo la música a tope y me descontrolo... Luego me canso más de lo que debiera, y el perro se pone histérico porque no entiende nada y me salta alrededor... Acaba siendo mi pareja de baile.

Pues me está empezando a dar otra vez por bailar... Me gustaría hacer un cursillo de baile con mi Príncipe. No para ser la pareja bailarina del momento, nada de eso. Sólo para pasarlo bien y reirnos. Creo que hacer estas actividades une a las parejas y las hace más cómplices. Es como un juego, nada más.

Pues hace años, cuando me apunté a una academia de baile, me encontré con un pequeño problema: no tenía pareja de baile. Pero allí me dijeron que no pasaba nada, que había mucha gente que no tenía pareja y que allí me encontrarían una en su base de datos. Y sí, lo encontraron.

Era un chico-torre, súper alto. En un principio pensé que no tenía cara de mala persona. Estaba estudiando derecho y quería aprender a bailar. Nada más. Primero estábamos un poco tímidos, normal. Pero poco a poco salió a relucir nuestras personalidades. Lo que pasaba es que tan grande como era él, le costaba coordinarse... Y eso me ponía enferma de narices... Y encima se pensaba que lo hacía muy bien... Y los discursos didácticos y de súper bailarín me dejaban perpleja. Era un suplicio morderme la lengua constantemente. ¡Qué horror!

De todos los bailes que hacíamos el peor (respecto a discusiones) era el Tango. Es un baile muy pasional y de carácter. Hay que estar un poco coordinados o con feeling para poder bailar bien. Y el Tango era un suplicio. Él me decía: "no te dejas llevar, y el hombre leva a la mujer. Tu tienes que hacer lo que yo diga." Y entonces mi ojo empezaba a tener espasmos... ¿Cómo quieres que me deje llevar si no sabes hacer ni un paso bien? Pero no le decía nada. Y él dale que te pego con sus comentarios...

Hasta que un día no pude más. Y le dije todo lo que pensaba. Se quedó un poco parado... Pero bueno, al menos salió a la luz el problema... Y se lo dije clarito: "Al menos, engreído, no sólo pienses que la culpa de los otros que con tus patas y tus alturas la coordinación la tienes en la punta de la nariz. Así que deja de decirme que me deje llevar y aprende los pasos. Porque me tienes ya harta con tus comentarios. Y si no te gusta, pues adiós."

Y así fue... Adiós... Y se acabó mi vida como bailarina. Pues bueno, me importó poco, porque no soportarlo más era todo un descanso. A parte, no me gustaba su olor. No es que oliera mal, sencillamente no me gustaba su olor. Y eso es principal para mi...

Esta semana le voy a proponer a mi Príncipe que hagamos un cursillo juntos... ¿Se lo tomará con ilusión o se reirá en mi cara? Ya lo veremos...


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