domingo, 26 de diciembre de 2010

REGALOS ODIADOS




Ya que estamos en época de regalos, quería hacer una pequeña reflexión sobre un hecho que me ha ocurrido en varias ocasiones y estoy segura que me seguirá ocurriendo. Se trata de qué regala la gente.

Siempre he pensado que la gente no sabe hacer regalos. Se supone que si estás haciendo un regalo a alguien es porque lo conoces, al menos un poco. Y aunque no lo conozcas hay una serie de ítems y gadgets que pueden ser regalados sin implicación alguna.

Pero el tema no es este, el tema es que la gente no compra lo que le va a gustar al regalado, sino lo que le gusta al regalador. Y eso no se entiende. Cuantas veces se oye el comentario: Lo vi y pensé, mira qué mono es.

Ya, pero no tenía que gustarte a ti, sino al que recibe el regalo. No creo que sea un ejercicio tan difícil Pues parece que sí. Y luego pasa que tienes una serie de regalos que no sabes para qué los quieres: relojes de mesa dorados, figurita de cristal inútil, fantástico bolso de estampado odiado, una colonia que odias, y todo nada acorde con tu casa mínimal, tus colores preferidos, etc.

Pues un consejo: si no sabes qué regalar o no tienes gracia comprando regalos, compra un cheque regalo o coge un personal shopper que se ocupe de hacer regalos: verás como al menos no la cagas, acepta tus limitaciones.

Creo que en el fondo, todos saldremos ganando. Piensa que aunque sea un frio e impersonal vale por x euros en tal tienda, será de más provecho y la persona estará más contenta que si le demuestras en su cara que no la conoces para nada. 

MIS NO-BOTAS... CAPÍTULO II


Tal como os prometí, os voy a seguir contando la historia acerca de las botas. Fui a la tienda. Le expliqué el problema y como era de suponer curiosamente su respuesta fue pues es raro, deben estar mal cosidas.

Le explico que yo no juego a fútbol ni hago puntadas ni cosas raras Ella me dice (tras un suspiro): déjame tu nombre. Se lo doy, faltaba más Y entonces me dice: llámame la semana próxima y te diré alguna cosa.

Me la quedo mirando, consternada: Oiga, ¿no cree que si el problema es de su producto debe ser usted quien llame al cliente? ¡Por favor! ¿No es el ABC del trato con el cliente? No hace falta tener un máster en comercio y márketing para ver eso

Pasa una semana. Sin noticias. Pasan otros tres días. Sin noticias. Paso por delante de la tienda con un poco de tiempo y me decido a entrar. Le vuelvo a recordar quien soy y cuál era el problema. Ella, con cara de hay que pesadez de asunto me comenta que ha llevado las botas a coser, que cuando lleguen me llamará.

Conclusión:
1.  Se cree que soy idiota.
2.   Ya me puedo ir despidiendo de las botas.
3.   No hay quien se lo crea. Le costaría más cara la mano de obra que lo que valían las botas en sí.

Solución? Ella espera que por cansancio me olvide del tema. Yo he decidido no olvidarme del tema. No me da la gana. Sólo por como lo han llevado, no lo quiero dejar. No pido nada que no sea justo. He pagado unas botas. Y quiero unas botas.

Por eso, el expediente de las botas no puede finalizar aquí. Así que una vez más, os tengo que decir, que os seguiré contando cómo acaba el caso de las botas.

domingo, 12 de diciembre de 2010

QUIERO ESE BOLSO, ¿Y QUÉ?

Siempre tengo la misma discusión con todo el mundo (excepto con una amiga que comparte 100% mi punto de vista). Cuando les digo que quiero un bolso del que estoy enamoradísima, después de explicarles como es (alguna gente no sabe qué bolso es) y su historia, me preguntan cuanto cuesta.

Y yo les digo el precio: unos 16.000 euros. Y todo el mundo se lleva las manos a la cabeza.

Pues no estoy de acuerdo. ¿Qué vale un coche? ¿Y un coche de lujo? ¿Y cuanto tiempo lo va a tener? Según el coche se devaluará, si es un clásico es probable que su precio aumente con los años, pero ya ha costado una buena suma de dinero si no es una herencia. Entiendo que el coche cubre una necesidad, pero según qué coche no es una necesidad. Pues lo mismo con el bolso.  

Entonces, ¿cuál es el problema con mi bolso clásico? Yo también lo cuidaré, lo guardaré en su funda, lo sacaré en ocasiones especiales. No es tan sólo un bolso, es una joya. Y como tal lo trataré. Su precio no se devaluará más que el de un coche de lujo con años. Lo digo con conocimiento, porque si lo buscas de segunda mano, no lo encuentras por menos de 10.000 euros.

Este bolso tiene su valor: piel de cocodrilo, un diseño atemporal, elegante, único, existe hace años. ¿Alguien sabe de qué bolso hablo? ¡Es un icono de la moda!


Pero claro, el problema es otro. El problema radica en que es un bolso. Un complemento que utilizan las mujeres y que no se toma en serio. Y menos con la entrada de marcas como MISAKO, con todos mis respetos, que soy poseedora de algún MISAKO, pero claro no hay el equivalente de MISAKO en coches.

Si es un reloj, está bien que cueste 30.000 euros. Un coche, un anillo, un mueble, etc.… Pero un bolso no. Un mueble de 20.000 euros los hay, lámparas incluso. Pero el bolso es un sacrilegio.

Pues no estoy de acuerdo, quiero un Kelly.

lunes, 6 de diciembre de 2010

LO BARATO SALE CARO (MIS NO-BOTAS I)



¡A Dios pongo por testigo que nunca más volveré a comprarme unas botas baratas; a Dios pongo por testigo que no lo haré, aunque me guste el diseño, que frenaré mi instinto comprador compulsivo!

Sí… Igual que Vivienne Leigh en su fantástica actuación en el legendario discurso de la película Lo que el viento se llevó. Igual de desesperada me he sentido al ver que las botas que había comprado hace 2 semanas en una tiendecita de barrio, mostraban mi dedo del pie.

Arg! Se acabó, nunca más. Ahora tendré que comprarme otras (mira que pena…) y el precio total de las botas será el que encuentre más lo que me costaron estas, aunque fue una ganga, quien se hubiera resistido….

Ya me entro un poco la desconfianza en las botas cuando un día que llovió se me mojaron todos los calcetines… No era una buena señal. Qué desastre!

No más tiendecitas de barrio, no más inventos ni pruebas… Hay un mínimo y de ahí no pienso bajar. Sí es que lo sabía… no hay gangas, hay cosas que cuestan menos y son peores. Punto. Y el que no lo quiera ver, que me diga si el jamón ibérico de bellota es igual que el del supermercado. ¿A que no? Pues eso, me he comprado unas botas en el super y ahora pienso comprarme unas en la sección delicatessen, como buena gourmet que soy.

Estoy muy enfadada con el fabricante. De hecho, pienso ir a contarle mi problema a la tiendecita en cuestión… no pueden vender zapatos con estos resultados. Os contaré qué me cuentan, aunque ya os lo avanzo: “ay, que raro, nadie se me ha quejado de las botas y se las han llevado muchas personas… que mal me sabe”.

Y yo le diré: oiga, yo no juego al fútbol con estas botas… Yo ando, nada más. ¡Ah! I que sepa que entra agua cuando llueve.

Ya lo veréis…

sábado, 4 de diciembre de 2010

ESTAMOS RODEADOS DE FANTASMAS


No, no se trata de un post sobre el más allá. Este es un post dedicado a esos seres que nos rodean que nos cuentan sus grandezas, sus importantes contactos, sus “amigos” famosos y sus pertenencias.

Denominado comúnmente como fantasma, este espécimen suele agradarle hablar largas horas rodeado de sus amigos para poder contar su vida. Entre otras cosas, ama imitar al pavo real, pero en lugar de abrir todo su plumaje hace un cántico especial en el que según los expertos que han descifrado su lenguaje, explican lo que ellos creen méritos a sus compañeros.


¿Verdad que conocéis a algún elemento así? Y que cansinos que son… Estoy más que harta de oír proezas estúpidas, como aprovechan a la mínima para introducir a algún personaje conocido con la coletilla de “somos muy amigos”, me han dejado un Ferrari, fuimos invitados a tal sitio, fui a la gran casa en la costa brava de nosesabequién, etc.
Lo curioso de este individuo es que no le da vergüenza. Aprovecha la mínima ocasión para introducir sus historias, y a veces los hay que no son tan descarados, dejan pinceladas, suavemente, como si no se notara. ¿Crees que no se nota? ¡Si ya eres transparente!

Y luego hay otra lectura: no se quieren nada. Tener que hablar de ti pasando por lo que tienen, hacen o son los otros es muy penoso. Deja de exponer la vida de los otros (que luego en realidad es la mitad de lo que han contado) y habla realmente de ti, haz un esfurzo que tu puedes.

Conclusión: dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Unos pringados. Para realzar según que cosas hay que creerlas excepcionales y no comunes, no estar acostumbrado a vivirlas. Eso es lo que pasa. Lo que también sucede y no lo saben, es que en según que momentos están haciendo el ridículo más espantoso. Un ejemplo:

X es un personaje muy conocido públicamente. X es muy amigo mío. Un día, en una cena, el fantasma de turno dice: “porque X y yo somos amigos, nos conocimos hace un año y hablamos mucho, es una persona fantástica.” Y tras escuchar con pomposidad su gran relación con X, me calló y no digo nada. Luego, días después ves a X y le preguntas:
-Oye, ¿tú conoces al Sr. Fantasma?
A lo que X responde:
-¿Quién? No me suena para nada…

PATÉTICO.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Personajes...


Ayer fui a una discoteca muy conocida de Barcelona. Como es habitual en mí, en un momento determinado me quedé mirando a mí alrededor y no pude evitar realizar un escáner de las personas que me llamaron la atención.

En concreto vi a una mujer (porque ya no era una señorita) con un vestido imitación de cuero negro y unas botas altas hasta la rodilla, tampoco de piel auténtica. La mujer era rubia y alta (tampoco os imaginéis una modelo). Pero ese rubio quemado, estilo Barbie. Presupongo que la mujer había jugado a las peluquerías en su casa porque no es posible que en un establecimiento te hagan tal desgracia en el pelo. Seguro que había cogido algún decolorante vetetuasaberdonde, y se lo había dejado actuar en su larga melena más tiempo del necesario para que quedara más rubio… Total, que se lo ha cargado, ni los mejores tratamientos recuperan eso. La mujer tenía buen cuerpo. Pero normal, tampoco era un escándalo, pero mucho pecho, eso sí.

¿Pero como puedes ir por ahí con está cutre imitación cuero por favor? Es que no se trata de eso, estos vestidos o pantalones de cuero es mejor no imitarlos, mejor abstenerse que ir con esas pintas por favor. Al menos busca una imitación razonable, con los zapatos ya hacen maravillas.

La mujer entró en el local segura, andando con paso firme, haciéndose un hueco entre las personas a empujones o lo que fuera necesario. Por favor, ella está aquí, que más le da la otra gente… Era como la mujer esta de la serie que se llama Estela Reynolds de una serie española, diva de nacimiento. Pero diva cutre… Pero no estaba sola, la acompañaba un pobre hombre que iba detrás suyo como un perrito con correa (no es una metáfora, realmente ella lo cogía de la mano y tiraba de él) que estaba encantado de tener a esta diosa del plástico para él.  

Hay que decir que la mayoría de los hombres, en su difícil labor de aguantar el cubata y nada más, dejaron toooodos sus quehaceres en ese momento para mirarse a la plástico. La mujer subió a la zona de baile más alta y empezó a bailar agitando mucho su pelo, tocándolo y moviendo su cuerpo como una serpiente. Ritmo, lo que es ritmo no tenía. Pero entiendo que pueda ser una fantasía sexual común.

¡Por favor! ¿Cómo se puede ser tan hortera? La chica ha visto que se llevan las botas altas hasta la rodilla, y eran muy bonitas por cierto, pero quién la ha engañado a ponerse este vestido de plástico asqueroso? Buag! Sólo verla me da asco… Lo que debe sudar con eso…

En definitiva, que me gustó que estuviera tan libre y segura de ella misma, y me parece genial que pase de todo, pero en mi opinión, era hortera, mal vestida y creída. Supongo que intentaba imitar a Patricia conde (vean la foto aquí a bajo), pero se quedó en una joven Bruja Lola…


martes, 30 de noviembre de 2010

CUCHICHEOS

Hay muchas actitudes que me sacan de quicio, pero de entre todas, una de las que más me molesta es cuando las personas se dedican a cuchichear  cuando están en grupos. Son personas que no lo hacen una vez y basta, tienen el mal vicio de repetirlo una y otra vez. Es que son así: tanto da que estén en una cena o en una discoteca: se dedican a acercarse unos a los otros y decirse a la oreja algo muuuuy gracioso que provoca una estupida risita entre ell@s.

Mal me pese he de decir que esto es más propio de las mujeres que de los hombres. No puedo decir estás cosas porque me buscaría enemigos allí donde fuere pero me cuesta no decirles: “¿tu, maleducad@, no ves que estás quedando como una criatura?”

Esta manera de actuar como si fueran reinas y reyes del universo, me provoca asco y me crea una imagen que ya no puedo cambiar. Han dejado su tarjeta de presentación. Pero si se vieran con mis ojos… No entiendo qué provoca esa reacción y por qué no se dan cuenta que ello es de una mala educación brutal. Eso sí, pintaditas, con perfume, bien afeitaditos, etc. Toda esta imagen al suelo por tu patética e infantil actuación en público…

Mi problema es que esta actitud infantiloide supera mi capacidad de disimulo y no puedo evitar miarme a esas personas con cara de palo y de asco. Me da igual si se dan cuenta o no: de hecho me gusta si se dan cuenta, a ellos no les ha importado si la gente de su alrededor se ha sentido incómoda. Y lo que más me molesta es cuando alguien me lo hace a mí. Si se me acercan y me cuchichean a la oreja me aparto tan rápido como puedo. En una discoteca no importa tanto, porque entiendo que por el ruido pueden acercarse a comentar cualquier cosa, pero en un restaurante no lo soporto.

De todas formas, normalmente el cuchicheo al que me refiero va acompañado de una miradita de complicidad, no por amistad o amor, sino por falsedad y critiqueo.

Mi mensaje a estas personas es: si os podéis controlar, no seáis tan maleducados por favor, que no cuesta tanto no hacer el ridículo de esta manera.

lunes, 29 de noviembre de 2010

EN EL CAMPO o EN LA CIUDAD (parte I)

Muchas son las personas que consideran que en un pueblo se vive mejor que en la ciudad. Pues bien, yo me declaro absolutamente en contra de esta idea y la argumento:


1. No encontramos lo que buscamos. Los pueblos tienen limitaciones. Esto no me lo puede negar nadie. Una cosa es que me digan: encuentro todo lo que necesito. Vale, lo que necesitas para vivir. Muy bien, pero vivimos en un mundo dónde lo superfluo parece necesario. Necesitas un ipad? no, en realidad no. Necesitas un cine? No en realidad no. Necesitas una farmacia a la una de la noche? puede...

Pero aunque pueda parecer que el pueblo te hace libre, a mi parecer te hace más esclavo. Si he llegado tarde porque he estado trabajando o sencillamente me he quedado dormido y quiero pan, en un pueblo, si se me han pasado el horario comercial lo llevas claro... Me gusta tener la libertad de poder comprar pan a la una de la noche en una de esas tiendas que no cierran. Lo mismo con el periódico, un regalo de última hora, etc. Debemos preveer todo lo que suponemos que haremos con antelación, no vaya a ser que nos quedemos sin lo necesario. 

2. No pueden existir las urgencias. Una realidad en todos los sentidos. Como tengas prisa por algún motivo serás el histérico de turno. A mi ese sistema no me va... A parte que las urgencias críticas, como ir a por un medicamento en la farmacia puede ser una odisea: ¿estará abierta la farmacia? ¿Hasta dónde tendré que viajar para encontrar una abierta? ¿Dos pueblos más allá?
¿Y eso es vivir tranquilo? No lo entiendo... A mi me estresa solo de pensar en una situación así.

3. Meterse en la vida ajena. Una de las cosas que más me horroriza de los pueblos es la virtud que tienen de meterse en la vida de los otros. Como si unos reporteros de un programa rosa se trataran van hablando, comentando y aumentando los problemas de la vida de la gente. Y si no hay problemas es igual, se lo inventan. El caso es que haya algo de que hablar.

La compra se convierte en un tercer grado: ¿Cómo os va la vida? ¿Cómo es que no viene tu pareja? Uy, haces mala cara... Que luego se traducirá en: “Les va fatal porque no me contó nada, eso es que algo pasa...” o "Uf, ya te digo yo que esos no están bien. Ha venido a comprar tres veces sola..." o "Seguro que está embarazada, te lo digo yo, tenía unas ojeras..."

¡Debes ir con cuidado con todo lo que cuentas! No vaya a ser que no estés perfecta, normal, agradable, simpática y no cuentes ni poco ni demasiado. Y si les cortas, eres una desagradable. Pues sí, sí que hay paz en los pueblos... Y pocas cosas que hacer para tener que buscar historias para poder hablar de algo.

4. Egocentrismo. La gente de pueblo tiene dos malas costumbres: reírse de las actitudes de la gente de ciudad (cuando al cabo de un tiempo hacen lo mismo, como pasó con los teléfonos móviles o Internet) y llamarlos pixapins (meapinos), forasteros en definitiva, cuando muchas veces olvidan que esa gente les da un empuje a los negocios. 

Lo que pasa es que se creen de verdad sus mentiras: “la carne es más buena aquí, en la ciudad no vale nada”. Oye, tampoco exageremos. Me estás diciendo que el carnicero del pueblo tiene 150 animales permanentemente y que siempre todo es de su producción y que no compra carne fuera? No me lo creo. Abastecer a tantas personas con un buey no es posible. Elaboración propia vale, pero no todos, y menos cría propia. A parte, una de las mejores carnes que he comido en mi vida fue en un restaurante de una ciudad. Váyanse ustedes a vender este cuento a otro lado por favor.

5. ¡Qué frío por favor! Este apartado no es objetivo, lo sé. Yo tengo mucho frío, muuucho! Y lo paso fatal en los sitios dónde hace tanto frío. Y no entiendo como se puede vivir con las manos congeladas, la nariz roja y los pies como cubitos. Sacar un pie de la cama es ser muy valiente, y ducharse es ser un héroe digno de admirar. Pobres niños de los colegios que sufren esas horas de patio frías y largas. No me extraña que se pasen medio invierno con mocos. Os juro que me pongo capas y capas, y jerseys de lana y todo lo que puedo, pero no hay manera… paso frío. ¿Ellos no? Al menos ponen cara de frío…

Dicho algunos de mis argumentos, he de decir que me gusta el campo, sólo de vez en cuando, en mi idea romántica de chimenea y mantita encima con un perro guapo al lado y un hombre que me masajee los pies mientras leemos un buen libro... Y vosotros, ¿preferís campo o ciudad?

viernes, 26 de noviembre de 2010

ME ATIENDEN A MI, GRACIAS

Hoy he ido a comprar en Sephora un regalito para mi sobrina. He estado un buen rato mirando y entonces ha llegado una amable señorita para pedirme si necesitaba ayuda. Después de contarle lo que buscaba, me ha enseñado todo de cositas y cositas (por cierto me hubiera llevado media tienda) hasta que he dado con lo que quería.

¿Os podéis creer que a lo largo de este proceso nos han interrumpido tres veces? Por qué sí, porque a la señora X le apetece preguntarle a la señorita del Sephora lo que sea: “¿Oye, esto cuánto vale?” “¿Sabes si esta crema está en otro tamaño?” “¿Me puedes decir qué diferencia hay entre este producto y el otro?”

Pero bueno, ¿no ves que me están atendiendo a mí? ¿No ves que estamos hablando, intentando mantener una conversación o que estoy pagando? No puedo entender a la gente… ¿Qué clase de egocentrismo lleva a ir por el mundo pensando que vas sólo? ¡La gente ha esperado su turno! Y estoy más que segura que si se lo hicieran a estas mismas personas, se enfadarían.

No lo entiendo. Y lo peor de la vida es cuando la pobre señorita de las tiendas les tiene que decir: “¿Puede esperar un momento por favor? Ahora la atiendo, es que estoy con esta señorita.” Que vergüenza pasaría yo si me dijeran estas palabras…

Pero esta clase de personas no siente vergüenza, sencillamente hacen lo que quieren. Les da igual el resto. Y no me digáis que soy exagerada, porque si aplicamos el mismo patrón en la cola del supermercado, tod@s estaréis de acuerdo en que no es normal que estéis haciendo cola y una persona decida pasar delante sin más motivo que su propia decisión.

Pero aún existe una situación peor: cuando la señorita que te atendía decide hacerle caso a la persona intrusa pasando de ti completamente. Es decir: le importa muy poco tu tiempo y la otra persona parece tener algo que la hace más importante para decidir que es de vital importancia dedicarse a ella en lugar de a ti.

Cuando me ha pasado esto (un par o tres de ocasiones en mi vida) me he acercado con tranquilidad a la señorita de la tienda y las he interrumpido: “¿Perdone, hay algún motivo por el cual usted ha decidido dejar de atenderme y dar prioridad a está persona mal educada?” Siempre viene un silencio y luego un “no hay para tanto, era sólo un momento, no se ponga así, etc.”

O sea, que al final, en su egocéntrico y limitado punto de vista, yo soy la mal educada.