jueves, 18 de abril de 2013

SOL PLACENETERO, RUIDOS PESADOS.

Este fin de semana pasado ha sido ideal para tomar el sol. Por fin el frío y las lluvias se han largado y nos han brindado la oportunidad de tostar un poco la piel notando el calorcito por todo el cuerpo.

La verdad es que me moría de ganas. Así que el sábado, una vez terminadas las tareas pendientes, me dispuse a preparar el espacio exterior para poder gozar del amado sol. Después de tantos meses sin usarse, todos los muebles de exterior requieren atención y cuidado.

En primer lugar limpiamos las hamacas. Las compramos el año pasado y son cómodas como pocas. Luego, cogimos unas bebidas refrescantes para no pasar sed ni sufrir los efectos de la deshidratación. Beber mucho es necesario y la piel y el cuerpo en general lo agradece. Finalmente, preparamos unos berberechos y unas olivas para picar. En un buen aperitivo no pueden faltar estos elementos básicos.

Total, con el mejor soporte, unos líquidos frescos y la mejor comida, nos tumbamos a saborear ese fantástico sol con unas ganas locas. Cerré los ojos y escuché la suave brisa colándose entre las hojas de los árboles y dos pajaritos que cantaban de una manera divertida y alegre.

Todo era perfecto, idílico; justo como lo había imaginado. Hasta que el sonido de un trombón empezó a chocar en mis oídos.

No podía ser, una vez más, la persona misteriosa que toca el trombón irrumpía mi calma. Ya no me acordaba de él... Qué pesadez. La verdad es que aquellos que tengáis vecinos que aprenden a tocar un instrumento ya sabéis de lo que hablo. Yo creo que hace más de 8 años que oigo a esta persona practicar con el trombón. Al principio parecía que fuera un poco torpe. No sé... Año tras año tocando la misma escalera de notas sin ver ninguna melodía reconocible. 

Pero hubo un año que a parte de tocar las notas habituales; las notas se convirtieron en una canción. Pero era algo puntual. Y así dos años más. El año pasado el aprendiz ya sabía tocar bastante mejor. Más bien practicaba canciones. Y este año seguimos igual. 

Yo entiendo que no se puede decir nada. Lo sé. Pero no puedo evitar pensar algunas veces que se vaya a tocar a otro lado. A veces me imagino a mi misma cogiendo ese instrumento molesto y monótono y saltando encima de él hasta dejarlo plano como una hoja de papel como si se tratara de una escena de dibujos animados. Es que es lo único que rompe la calma en ese oasis de silencio.

Bueno, eso y unos vecinos molestos que en lugar de hijos parecen tener bestias que gritan diciendo palabrotas (¿Sus padres no les han dicho que esas cosas no se dicen?). Los niños crecen año tras año, pero siguen gritando igual. Parece que no saben comunicarse o jugar sin elevar el tono de voz. ¿Cómo lo soportan en invierno los padres cerrados en una casa?

Pero eso es lo que lleva la convivencia: convivir con otros. Es un poco pesado aguantar ciertas conductas, pero hay que aguantarse o irse en medio de una montaña. Porque es más fácil mudarse que hacer entender a ciertas personas que su libertad termina dónde empiezan a molestar a otro (y no lo digo por el de la música, aunque en invierno tampoco se lo escucha. ¿Sólo practica en verano?).

Solución práctica: cascos en las orejas y a escuchar una lista propia de Spotify.

lunes, 8 de abril de 2013

NO HACER EL RIDÍCULO EN UNA BODA


Ya que empieza el tiempo de bodas, creo que es importante hacer una pequeña reflexión que poca gente se atreve a hacer, ya que hablar de dinero siempre es incómodo. Nos dan muchos consejos de cómo comportarnos, pero pocos sobre algunos aspectos. No voy a hablar aquí sobre cómo nos debemos vestir para una boda, qué tipo de vestidos son los adecuados ni tampoco cómo comportarnos en la mesa.

Hoy quiero hablar de un tema que también está presente en las bodas, aunque algunos lo olviden: el regalo. 

Imagen de Smoda el País, 2012.
La verdad es que la tendencia ha ido cambiando. Para empezar, la mayoría de las parejas ya viven juntas, por lo que es un poco absurdo hacer una lista para cubrir sus "necesidades" en su nueva vida de casados: las han cubierto hace tiempo. Ahora encontramos que la mayoría de parejas indican un número de cuenta. Nunca, nunca se nos indica el importe a ingresar (al menos no lo he visto ni conozco de ningún caso). Así que la pregunta es: ¿Qué cantidad de dinero debemos dar?

La respuesta habitual es cubrir el cubierto y un añadir más. Esta opinión, ya genera discusiones. Hay gente que piensa que si te han invitado es porque quieren y que por lo tanto, no se debe fijar este precio. Supongo que hay excusas de toda clase para no pagar. Tampoco sabemos exactamente qué ha costado cada invitado, al menos hasta el día de la boda no nos podemos hacer una idea. Y lo correcto, en eso sí que no hay discusión, es entregarlo antes de la boda; máximo dos o tres semanas después de recibir la invitación. 

Para los que van perdidos, en ningún caso nadie encontrará un catering de boda por menos de 120 o 150 euros, a no ser que sirva croquetas, olivas y cuatro tapas. Así que para no hacer el ridículo, no podemos regalar menos de 150 euros por persona, aunque deberíamos llegar a unos 200 euros en la mayoría de bodas. Si el que se casa es un familiar, esto no es válido: entonces la suma de dinero debe ser más elevada.

También es importante que en el momento de hacer el ingreso o la transferencia identifiquen quien son: no es bonito dejar en el anonimato el ingreso. 

Sí, ir a bodas es una ruina. Cuando nos invitan a más de 3 o 4 bodas supone un gasto espectacular. Pues o reclinamos educadamente la invitación o la aceptamos y no hacemos el ridículo. Pero ir y no hacer el regalo es lo más penoso que se puede hacer.

Lo que no es demasiado correcto, es ir por libre. Me explico: si los novios han pedido dinero, dadles dinero. Ellos sabrán para qué lo quieren. Uno no puede decidir regalar un cuadro fantástico o cualquier otro sustitutivo. Aunque a vosotros no os parezca bien, es lo que debéis hacer. Y si a parte queréis hacer un regalo, hacedlo. Nadie os lo impide. 

Para los novios: no hagan cálculos de lo que pueden ganar para cubrir la boda. Asuman el gasto por completo. No se puede suponer que todos ingresaran dinero, o una cantidad mínima, siempre hay gente que no se comporta como debe, los que dicen que ya pagarán y nunca pagan y los que no dan nada y se quedan tan anchos. Ustedes montan una boda, ustedes asumen el gasto. 

He oido en muchas ocasiones gente quejarse de este tema. Ellos se habían hecho una espectativa y no se ha cumplido. Recuerden esa sensación cuando hagan el regalo de boda a alguien.