El otro día, un amigo al que quiero mucho (quiero que quede bien claro), mientras estábamos haciendo el aperitivo nos hizo una propuesta:
- Oye, sabéis lo que podríamos hacer un día?
- ¿Qué? - respondí yo toda curiosa. Me encantan las sorpresas, así que pensé: ¡a ver qué propone!
- Podríamos ir a cortar leña un día al bosque, no?
- ¿Quééééééééééééééééé?
Claro, se puso a reír porque ya me conoce. Pero no era una broma, lo decía en serio... Yo me pregunto, en qué parte del ir a cortar leña está la diversión? ¡No lo entiendo! Y mis manos, delicadas y suaves, se quedarían llenas de heridas... A parte seguro que me clavaría alguna cosa y acabaría maldiciendo el día y la hora en la que acepté. No, no, no... no le veo la gracia a eso de cortar leña, para eso están los leñadores. Ni tan siquiera me gustan las camisas de estilo leñador, por mucho que se pongan de moda.
Él me propuso que ya cortarían ellos y yo estuviera sentadita con mi Ipad... Honestamente, el plan es bucólico, pero seguro que algún inconveniente como por ejemplo un frío horroroso o algún insecto vendrá a tocar-me las narices para poner-me los pelos punta. Pero que conste que sé que lo dijo con toda la buena fe del mundo...
A parte de esto, no creo que sea yo una gran cortadora de leña. Una vez intenté darle dos veces en el mismo sitio de un trozo de madera con una pequeña hacha. Pensé que no sería tan difícil, porque en la película de Titanic Kate Winslet le saca las esposas a Di Caprio con sólo practicar una vez. Así que no podía ser tan complicado. Le metí una vez (me hice daño con el anillo) y pensé vale, ahora a repetirlo: ¡Zaaaas!

Así que para no fastidiar el día a nadie, he decidido que si al final van a cortar leña, yo me quedaré en casita con mi Mac y veré lo que hay de nuevo en la red. Aun así, gracias por la invitación. Realmente original.
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