Ayer estaba ojeando uno de los miles de catálogos que nos regalan en estas fechas: el catálogo para las niñas y niños de Reyes.
La verdad es que cada año me pasa lo mismo: cuando lo tengo en las manos me lo miro. Es un poco lo mismo que pasa con el catálogo de Ikea; no es que quieras nada, es que lo tienes que mirar. Y ya ves tu, alguna novedad hay, pero tampoco cambian tanto las cosas.
Recuerdo perfectamente como me emocionaba de pequeña tener ese catálogo en las manos. Era mío y sólo mío. Incluso le ponía mi nombre. Por si alguien me lo quería robar. Y como la buena niña que era, redactaba mi carta de reyes con todo el glamour y con estética. Les contaba mi vida. Y luego me lo miraba una y otra vez. Con un rotulador marcaba lo que quería con paciencia y atención.
Recordaréis, los que me seguís, que el año pasado escribí una carta a los Reyes Magos desde este blog. Obviamente, este año lo voy a volver hacer. Pero primero voy a releer la anterior. A ver cómo se portaron y como me he portado yo.

El problema es el de siempre: Barbie es una muñeca. El que vaya más allá ya es un tema de cultura. No por regalar una pistola de agua a un niño se volverá un psicópata. Las cosas bien entendidas, si están bien explicadas.
A ver por qué tienen que prohibir a los peques la posibilidad de crear nuevos modelos con medias viejas, con ropa que ya no se usa, etc? ¡Creatividad al poder! Recuerdo que le cosía vestidos, capas, pantalones, etc. Me lo pasaba muy bien. Porque sí que es verdad que Barbie iba un poco corta de armario...
Reivindico el papel de Barbie en nuestras vidas. A parte que hay creaciones geniales para ella a lo largo de la historia. Para muestra las fotos que os pongo. Me parece que pediré una Barbie este año, para recordar viejos tiempos.
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