sábado, 29 de octubre de 2011

ESO DE DAR GOLPES...

Bueno, ya estoy en la ciudad... Uno respira tranquilo de poder acceder a un sinfín de cosas en cualquier momento del día y en cualquier día de la semana.

Volviendo a nuestra vida más habitual, hace un par de días quedamos con unos amigos para charlar un rato. Pasa lo que pasa: que de la charla se llega a la cena. Bueno, pues a cenar. 

Éramos unos cuantos, así que se sucedían algunas conversaciones cruzadas según el momento y según el interés de las personas (y las capacidades de cada uno para escuchar y no interrumpir). Pero hubo una cosa que de vez en cuando me llamaba la atención. Y cuando digo que me llamaba la atención, es que realmente era así: ¡PUM! Resulta que había una persona que acompañando su narrativa, de vez en cuando daba golpes a la mesa. 

No golpecitos, golpes. Daba igual si estaba o no en su conversación, uno de esos golpes me dejaban fuera de onda. Me quedaba parada unos segundos; no con miedo, pero sí con una sensación de espanto inicial. ¿Y por qué tantos golpes? me pregunto yo.

Es un recurso no verbal típico para enfatizar un punto de la frase, pero creo que es un recurso para aquellos que no tienen capacidad de oratoria (analfabetos sociales, vamos). Pero en concreto, este amigo no tiene este problema, es lo contrario: sabe cómo y cuándo hablar con gracia y para llamar la atención del emisor. Pues ¿por qué das golpes? 

Mi mesa, mi pobre mesa de diseño italiano no tiene que soportar estos maltratos... Siempre sufro cuando oigo el golpe. Y esto de dar golpes es un mal vicio, así que a ver si algún día, da un golpe en una mesa delicada y queda fatal delante de los presentes... O otro día le pilla la mano al de al lado... ¿Por qué no dar los golpes a uno mismo? Se llama la atención igual...

¡Y PUM! Otra vez... Yo creo que con el hecho de que los que no están en su conversación paren de hablar y miren ya es suficiente para que uno se plantee lo que acaba de hacer... Pues no... ¡Y PUM! Otra vez... Que mal trago... 

No le dije nada, por supuesto. Pero en este caso no por falta de confianza, sino porque con otras personas alrededor no creo que sea correcto decir estas cosas. Mi mesa no se romperá, porqué el material es resistente, pero mi corazón da un vuelco con cada golpe.

No más golpes por favor.


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