miércoles, 14 de diciembre de 2011

CUENTO DE NAVIDAD: Capítulo 4. Entrando en calor

CLAUDIA tenía sus dudas. Estaba claro que si se quedaba no era sólo para charlar... Aunque no mostraba el nerviosismo, debía de notarse, pensaba ella. Pero intentaba mirarlo con seguridad para no dar una imagen que no quería. 

- Adrián, eres una persona muy segura de ti misma. Y me halaga que me hayas llevado aquí. Pero no sé nada de ti y eso me deja un poco intranquila. Pero me gustaría saber más de ti...
- Eso espero yo, verte más. Me seduce tu inocencia. Te llevaré a casa.
- No... Ya cogeré un taxi. Supongo que duermes aquí... - a ver si de paso averiguaba si era cliente del hotel o sólo un sitio dónde tomaba una copa habitualmente. 
- No me cuesta nada. Yo también debo ir a mi piso.

Adrián se levantó y la ayudó a ponerse el abrigo. Incluso le retiró el pelo del abrigo con alguna caricia aparentemente casual en el cuello. Ese hombre era todo un caballero. Los chicos con los que Claudia había estado no hacían esas cosas. La verdad es que le resultaba muy atractiva la manera de hacer las cosas. 

Volvieron al coche y de camino a casa hablaron un poco del tropiezo que tuvo el pobre aparcacoches cuando les daba las llaves. Era extraño para ella ir en un coche clásico descapotable en pleno diciembre, pudiendo ver las luces de Navidad de la ciudad en todo su esplandor. Le parecía mágico, otra visión de la ciudad. 

Llegaron a casa. "Ahora ya sabe dónde vivo", pensó Claudia con cierto desagrado. Paró el coche en doble fila y en lugar de quedarse en el coche y decir adiós, salió del coche, por lo que ella hizo lo mismo al momento. Y allí, al lado del coche, sin decir nada, él se le acercó, la cogió con una mano en la cintura y otra en el pelo y la besó. Claudia acercó su cuerpo y le devolvió el beso, que le supo a gloria. No quería separarse de él, pero lo hizo para pronunciar sin pensar:

- ¿Quieres subir a mi casa? 
- No. Nos vemos cuando tu quieras. Llámame, ya tienes mi número. 
- Vale, pero esta vez responde - Después de quedar como una desesperada por pedirle que subiera a casa tras negarle quedarse con él en el hotel al menos había sido rápida. ¡Bien! Él sonrío y se dio media vuelta para volver a subir al coche. Ella se quedó allí, mirándolo, como un protocolario adiós.- Gracias por traerme. 
- Un placer. Buenas noches.
- Buenas noches.

Y se fue. Y ella se quedó ahí, sin saber si se había equivocado no quedándose con él en el hotel. Pero ahora estaba más segura, ahora había visto a un Adrián más tierno, siempre seductor, atractivo y respetuoso. Ahora era diferente... Un poco tarde para verlo, pensó.

                                

A la mañana siguiente, la despertó el timbre de casa. ¿quién viene a mi casa un domingo? No puede ser él... Se levantó, se arregló un poco el pelo y se fue a abrir. Miró por la mirilla. Había un chico, un repartidor.

- Buenos días. ¿La señorita Claudia? 
- Sí, soy yo. 
- Esto es para usted. Si me puede firmar aquí...
- Claro...

Era una cesta con frutas, flores, croissants, cupcakes, mermeladas, pan recién hecho... Era el desayuno perfecto, incluso con el periódico del día. ¡Qué maravilla! había un sobre y una tarjeta. "Para que te sientas como en un hotel. Buenos días. Adrián". ¡Qué detalle! Gozó del desayuno como hacía tiempo que no lo hacía. Y claro, pensó que debía llamarlo para agradecerselo... 

- ¿Hola Adrián? Soy Claudia.
- Buenos días.
- Buenos días. Muchas gracias por la cesta. Me ha encantado.
- De nada. Estaba todo bueno?
- Estaba perfecto. ¿quieres que nos veamos? ¿Comemos?
- Perfecto. Te paso a buscar a la una. 
- De cuerdo... Hasta ahora.

Tenía dos horas. Rapidez: se ducho y se arregló. "Maldita Diana... Me ha sacado toda mi ropa cómoda del armario. Es domingo. Necesito algo normal." Cogió unos jeans y un jersei lila. Botines marrones y la cazadora de piel marrón. No quería ir con el mismo abrigo que ayer. Ya estaba preparada, media hora antes... Se sentía como una adolescente nerviosa. 

Adrián llegó puntual como un reloj. Pero hoy venía con una moto y dos cascos. "Espero que no te den miedo". Le dió unos guantes para las manos. Este hombre pensaba en todo... La moto fue la excusa perfecta para agarrarse a él. Y mientras podía gozar de su olor, ese olor que la dejaba hipnotizada. Llegaron a un restaurante en el casco antiguo de la ciudad. Era un poco "cutre" el sitio. Pero según Adrián, la señora cocinaba como nadie. Y era verdad. También allí lo conocián muy bien... Hablaron durante toda la comida. Claudia le contó un poco su vida, se contaron gustos, opiniones, hablaron de música, de cine... Sin entrar demasiado en sus vidas personales. 

- Me lo he pasado muy bien. Gracias por enseñarme este sitio.
- ¿Ya estás terminando el día? Son sólo las cinco de la tarde...
- ¡Perdón, no quería insinuar eso! Rectifico: me lo estoy pasando muy bien... Y este vino es buenísimo. 
- Bueno, creo que ahora estaría bien dar un paseo para poder bajar esta comida. A dos calles de aquí hay un mercado navideño que estoy seguro que ya conoces, pero que podemos ojear. 

Andaron una hora y media por las paraditas. La verdad es que Claudia se relajó mucho y empezaron a hacer bromas. Se probaron gorros de Papa Noël, de reno, etc... Pero Adrián no perdía ninguna ocasión de rozar una mano o acercar su cara a la de Claudia, siempre con esa capacidad para retirarse cuando más intensa era la sensación. Lo deseaba. Puede que el vino influyera un poco, pero le daba igual. Estaba en un cuento. Estaba disfrutando mucho. 

- Hemos cogido un poco de frío con tanto andar. Se te ha puesto la nariz un poco roja. Cada vez ye pareces más al reno...
- Sí, estoy sufireno la transformación navideña... La verdad es que ahora si estoy un poco helada.
- Pues vamos a calentarnos. ¿Me dejas que te cuide?
- Sí... - otra vez con esa sensación de nerviosismo en el estómago. ¿dónde la llevaría ahora? 

Cogieron la moto y la llevó al mismo hotel de ayer. Esta vez, en recepción le dieron una llave. "está claro dónde vamos", pensó Claudia. Pero le parecía bien. De hecho, se moría de ganas... En el ascensor había un botones de espaldas a ellos dos. Adrián la abrazó por detrás, le apartó el pelo del cuello y la besó lentamente... pasó su mano por la cintura y fue subiendo... Sónó un timbre: habían llegado a la planta. Se retió lentamente, sin prisas. "¡Por favor, qué control! Eso lo tiene más que estudiado." Pero le daba igual. Era su momento. No quería pensar demasiado. 

Llegaron a una habitación enorme, de hecho por tamaño debía de ser una suite. Pero no había visto nada en la puerta. Había un salón con dos sofás, mesa y cocina. ¡Eso era igual de grande que su apartamento! Ya solos Adrián se acercó y la ayudo a sacarse la cazadora. Abrió una botella de champán y le ofreció una copa. 

- ¿Entrando en calor?
- Sí, mucho mejor.

De pronto alguien llamó a lapuerta. Adrián fue a abrir. Con un "buenas tardes, adelante" dejó pasar a un chico y una chica que venían cargados y sonrientes. 

- Marc, Ana, está es Claudia. Hemos estado paseando y hemos cogido frío así que necesitamos entrar en calor y relajarnos un poco. 
- Ningún problema - contestó Ana - Si les parece, Marc se ocupará de Claudia y yo de usted. 
- Perfecto - dijo Adrián - Claudia, tienes un albornoz en el baño. Para que estés más cómoda, te dejaré aquí sola con él. Yo iré a la habitación. Es un gran profesional. Relájate.
- De acuerdo - contestó Claudia. Ya había observado que lo que llevaban era dos mesas de masajes. - Ahora vuelvo. 

Cuando regresó, Marc ya estaba de pie junto a la camilla esperándola. Una luz tenue y una música relajante habían invadido la habitación. Y las puertas correderas de la habitación estaban cerradas. Con una sonrisa tímida se acercó y Marc desplegó una toalla para que no la viera sacarse el albornoz. Se estiró en la camilla y el la cubrió con la toalla. Todavía tenía un poco de frío, pero en cuanto Marc empezó a masajearla se le pasó. Y empezó a pensar. Era extrañamente excitante pensar que ella estaba allí con un tío masajeándole todo el cuerpo y que en la otra habitación, Ana estaba con Adrián. Era incluso morboso... El masaje duró treinta minutos. Suficiente. 

El masajista le indicó que ya había terminado y que no se levantara de golpe. Fue a lavarse las manos y ella aprovechó para ponerse el albornoz. Cuando estaba atándose se abrieron las puertas correderas. Qué bien le quedaba el albornoz negro... Ana salió sonriendo y ya con la camilla en la mano. ¿Habrían hecho alguna cosa? Adrián volvió a llenar las copas y le ofreció una a Claudia. Y por fin se quedaron solos, relajados y sin frío. 

- Estás comoda? 
- Sí, pero no deja de ser extraño que estemos aquí los dos vestidos así.
- Te da vergüenza?
- Un poco...
- Pues no deberías... Tienes un cuerpo precioso.
- No lo has visto...
- Todavía no... pero lo intuyo... - Adrián se terminó la copa. la dejo en la mesa. Cogió la copa de Claudia e hizo lo mismo. La rodeó, y lentamente le abrió el albronoz, quedándo al descubierto sus hombros - Esta piel tan suave, que reacciona a mis caricias... - le besó el cuello. Claudia había cerrado los ojos de puro placer... - me gusta como hueles... Pero no puedes tener verguenza. Vamos a solucionarlo...

Adrián se apartó y fue hacía su armario. Mientras Claudia se volvió aponer el albornoz bien y terminó su copa de golpe. De hecho sirvió otra copa llena a los dos que casi fulminó. Adrián volvió con dos corbatas.

- Átame la corbata tapándome los ojos. Vamos, no seas tímida. - Y lo hizo. - y ahora yo voy a hacer lo mismo contigo. Date la vuelta e indícame que no veo nada...

Los dos a ciegas. Y Adrián empezó a desatarle el albornoz. Le cogió las manos y le indicó dónde estaba su nudo, para que ella hiciera lo mismo. Y Claudia decidió subir las manos hasta los pectorales de Adrián. Estaba fuerte, sin ser un esclavo de gimnasio. Subió aún más y le sacó el albornoz que cayó por su peso. Entonces Adrián hizo lo mismo, y la acercó. Sus dos cuerpos desnudos estaban tocándose y por lo que Claudia podía notar, Adrián estaba tan excitado como ella. Adrián la cogió de la mano y se la llevó a la cama; y allí unieron sus cuerpos por primera vez.



5 comentarios:

  1. Pues yo creo que la chica se despierta y se da cuenta que ha sido un sueño porque hombres con ese nivel de detalles y sensibilidad no digo que no existan pero quizas habra 3 o 4 en el mundo, o sera que yo jamás me he cruzado con alguno así.
    A parte de esto el cuento me tiene totalmente enganchada, supongo que recrea la fantasia de toda mujer de encontrar un principe así.

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  2. DE acuerdo contigo... algún fallo aparecerá en este Adonís perfecto, no? Pero también estoy pendiente de el tema, a ver qué pasa ahora...

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  3. Yo tambien! queremos la 5º entrega de cuento de navidad, engancha mucho! jejeje


    maria

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  4. Para cuando la 5º entrega?

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