El otro día me pasó algo curioso. Estábamos pasando el fin de semana en la casa de campo. Siempre que estamos ahí, justo antes de ir a dormir sacamos el perro al jardín para que se desahogue dando una vuelta.
Pero hay que acompañarlo un poco. Porque si no, no quiere salir. Cosas de los amigos fieles. Total, me quedé en lo alto de una escalera de piedra que va al jardín, esperando y observando la noche cuando de pronto, oí un ruido extraño no identificado. En dos segundo noté un ligero aire y en dos segundos más el aleteo de algún pájaro casi me toca.
Giré la vista y vi a un pájaro de dimensiones estratosféricas volando. Por lo que pude ver, era blanco o muy claro sus alas eran enormes, seguro que entre las dos hacía más de metro y medio. Por lo que he podido investigar luego, podía ser un búho blanco, que son preciosos, por cierto.
Mi reacción, como muchos podrán adivinar fue dar un grito y salir corriendo hacia dentro de casa. Entonces pensé: Muy mal. ¿Y si esa ave preciosa y majestuosa fuera un animal mágico de otro mundo que venía a visitarme? Así como en los cuentos que todos conocemos.
Pues nada, la tonta de la pija se hubiera perdido los deseos y el contacto con el mundo mágico por su tontería y sus reacciones.
Entonces me sentí mal. Salí a ver si lo veía otra vez, pero probablemente el pobre pájaro, también sufría de una taquicardia después de haberme oído chillar y estaba en algún lugar seguro lejos de mi. No lo vi más.
Mis instintos tontos y poco atrevidos me impidieron ver a ese súper pájaro mágico. Y entonces pensé que hay muchas otras cosas que yo no haría: no perseguiría a un conejo, no hablaría con un ogro, no bailaría con un gusano ni dejaría que unos ratones se me subieran para coser un vestido.
Yo no podría ser protagonista de un cuento de hadas ni fantástico. Muy mal...
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