lunes, 28 de marzo de 2011

Comportamientos



Situación: primera hora de la mañana. Consulta de un médico. Sala de espera: un matrimonio encantador de la tercera edad, un matrimonio con una niña de unos 4 años, una madre con su hija de unos 5 años, un matrimonio con un niño de 7 años, un hombre y servidora.

Me siento preferentemente, como hacemos todos, dónde vemos que al menos quedan un par de sillas vacías, para no incomodar ni molestar. Abro mi bolso y cojo mi Iphone para hacer un repaso a alguna de las aplicaciones para matar la espera.

Me distraigo con la fantástica intervención de la niña de 4 años que les pregunta a sus padres: ¿Cuándo lleguemos a casa podré jugar? y su padre les responde: "No." Y la niña, repito, encantadora le pregunta que por qué no y insiste aunque sus padres ya le han dicho que era una broma, que claro que podrá jugar, pero ella muy preocupada sigue argumentando a favor de poder jugar un rato.

Sigo mirando mi Iphone... ¡Uy! Un golpe en mi espalda... qué raro, detrás mío sólo hay pared... Me giro, la otra niña se está dedicando a pasar por detrás de los asientos a riesgo de engancharse el cuello que le queda a la altura del final del respaldo. Me reincorporo, a ver si a la pobre niña le pasa algo. Su madre se percata, pero está hablando por teléfono y sencillamente le dice: "Cariño, no pases por ahí." Pero la conversación telefónica le resulta más interesante o más urgente aunque a juzgar por las risas y el tono, no es algo de importancia. La niña dale que te pego con pasar y volver a pasar.

Me empieza a temblar el ojo izquierdo... ¿Es que no pueden enseñar a sus hijos a estar quietecitos? O al menos a no pasar por detrás de las sillas. ¡Es peligroso, es que se puede hacer daño! Y aún quedaré yo como una insensible versus a los niños... Ni hablar, no estoy de acuerdo. Me gustan los niños, me encantan. Me gusta desmadrarme con ellos, pero hay cosas que no tocan. Esta madre, debería de observar con atención lo que hace su hija. Primero porque podría hacerse daño, y segundo porque molesta a la gente.

La prueba está en que esa encantadora pareja de ancianos que estaban ahí, cuando se levantaron porque los llamó el médico, fueron literalmente atropellados por la niñita asesina que seguía corriendo sin control.

Pero lo más sorprendente del tema, es el padre que está con su hijo. El niño se comporta perfectamente. Está tranquilo. Pero el padre está histérico. No para de mover su pierna, y como yo estoy a su lado, me veo zarandeada sin descanso por el interminable movimiento de su padre. Que pesadez por favor, que tio tan cansino. Lo miro, no se da cuenta. Pasa un rato. Me digo: ya parará. No para.

"Quieres para de una vez de moverte? Nos estás moviendo a todos! ¿¿¿No te das cuenta??? Me estás poniedo histérica." Eso lo pensé, pero no lo dije...

Me levanto y me cambio de sitio. ¿Cómo puede ser que el padre sea peor que el hijo? No siempre uno aprende de sus padres, a veces los padres deberían aprender de sus hijos... Y situaciones de estas veo cada día. Es como cuando al cruzar la calle los adultos con el carrito del niño asoman su cabeza con el carrito del niño delante, es decir, sacan el carro del niño primero. ¿Entonces qué miran? Si sacan el carro primero, si viene un coche se lo llevará por delante! 

De verdad que hay cosas que no entiendo... 

2 comentarios:

  1. PERO QUE RAZÓN TIENES QUIERIDA!!! YA NO SE EDUCA COMO ANTES

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  2. Pienso igual como tu,encima no se puede decir les nada(

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