En este fantástico puente de junio, hemos aprovechado para relajarnos un poco e ir a casa de amigos que nos invitan a comidas, cenitas, etc.
Ayer mismo fuimos a casa de unos. Había gente que hacía tiempo que no veíamos y otros que vemos habitualmente. Me estoy dando cuenta, a base de cenitas que hay poca gente que sea un buen anfitrión... Algunos lo hacen muy bien, pero otros... Madre mía... Dejan mucho que desear... Y ayer era uno de estos casos.
Cuando uno prepara una comida o una cena tiene que tenerlo todo previsto. Sino, no lo hagas. Fuera de estos casos quedan las cenas imprevistas. Aunque yo siempre tengo alguna cosa guardada para estas ocasiones. Siempre una caja de bombones o galletas para ofrecer, una botella de champan, etc. Pero si encima montas una cena y te falta la mitad de las cosas y no tienes nada preparado es el colmo de la desorganización...
Bueno, el tema es que una vez finalizada la comida, entramos en ese momento que llamamos "la sobremesa". Un tiempo dónde se habla, se comentan cosas, se toma el café, una copa, etc. Pues bien, siempre está la persona que necesita hacer o tener alguna cosa entre las manos. El que destruye papelitos, que corta en mil pedazos un palillo, etc. Hacer eso está mal. Pero bueno... Lo que pasó ayer, todavía fue peor. ¿Por qué? Porque la anfitriona, empezó a jugar con un limón.
Cogió un tapón de una botella de agua y empezó a rallar el pobre limón. A su lado Jack el Destripador era un aficionado. El limón quedó todo rallado, e inservible... Mal, pero que muy mal... No puedes hacer eso, querida, por muchos motivos entre los que se encuentra: no jugar con comida o la compostura. Pero también hacemos otra lectura extra: me sobran los limones, no pasa nada si destrozo uno.
Seguro que si hubiera tenido delante un paquete de espaguetis los hubiera hecho fideos. Muy feo, pero que muy feo. Resultó luego que necesitaba un limón, (horas después) y que no tenía... No tenía no, se había dedicado a machacarlo porque sí. Una conclusión podemos sacar: no le importa destrozar cosas por lo que debe ser que le sobra el dinero... Y aun así, lo tiene mal entendido. Es como el niño que no valora los juguetes porque sabe que tiene muchos y que no le van a faltar.
Mala educación, malos hábitos, malas formas... Cada vez estoy menos transigente con estos temas... ¡Qué ordinariez! Pero como siempre digo; el ignorante es feliz, porque no encuentra nada malo en su actitud, así que no se avergüenza de ella. Que le vamos hacer...
jajaj, vaya tela... que sepas que hemos ido de compras para que en la próxima cena haya excedente de sartenes en casa :)
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