Me ha pasado una cosa muy extraña. Os cuento:
Por cuestiones personales y familiares, hace un tiempo que estamos instalados en el pueblo. Ya sabéis lo que opino del pueblo, de sus habitantes y de sus costumbres. Sino, lean mi post "En el campo o en la ciudad".
Pues bien, poco a poco, me irrito menos. sí, ya sé que suena un poco fuerte utilizar el verbo "irritar". Pero es así. Antes me ponía histérica cuando en una tienda, en la calle o en un bar, me encontraba a alguien y me tenía hablando un buen rato. Y de pronto, no sé cómo ha pasado, no me molesta. Me quedo hablando un buen rato.
¿Qué me está pasando? No estoy mal aquí, no me encuentro descolocada. Y no me digan: " es que si no lo pruebas no lo puedes decir", porque sí que lo había probado. Una vez estuvimos 8 (largos y fríos) meses en este pueblo. Fue horroroso. Acabé deprimida, gris, aburrida. Y ahora no me está pasando nada... Estoy contenta.
Pero no se me alteren: cuando llego a la ciudad (mi querida ciudad) me estiro en el suelo y abrazo el asfalto. Me encanta la ciudad, me encanta que me ignoren por la calle. Ver gente estrambótica, con carácter propio en el vestir.
Pero no me quiero ir del tema: estoy bien en el pueblo. Este es el titular de la noticia de hoy. Me gusta ir a comprar y entablar un pequeña conversación, coger el coche para cualquier cosa, encontrar aparcamiento entre semana dónde sea, etc. Estoy tranquila.
¿Es un espejismo o me estoy volviendo campestre? Me preocupa un poco, la verdad... Aquí no puedo ir de shopping como a mi me gusta. No encuentro novedades, no hay creaciones diferentes. Las creaciones las hago yo. A lo mejor así uno se vuelve más creativo... No veo mis deseados y admirados escaparates... Tampoco puedo ir a una tienda gourmet para probar cosas nuevas, ni hacerme la manicura, porqué no sé cómo, mis uñas acaban sucias.
Los lunes está todo cerrado. Y cuando digo todo, es todo. Uno no puede ir a hacer ni un café. Y mucho menos comer o cenar fuera... Desastre total.
No, no, no... ahora lo veo claro: quiero vivir en la ciudad. Punto y final. Hecho de menos el asfalto...
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