El otro día tuve una revelación: ¿por qué no hacerme yo solita, en mi casa, con calma las mechas?
Tras días de deliberación, paseando con Mi Príncipe, pasamos por delante de una tienda que venden todo tipo de cosas de peluquería, entre otras, tintes. Entonces lo vi claro: debía hacerlo.
La dependienta, una señora muy amable, me relajó las dudas que tenía. Vamos, que cualquiera podía hacerlo en casa (no me lo creí mucho pero bueno...). Me enseñó el típico catálogo de pelos de colores. Yo dije: "quiero este color" y ella me respondió: "no, tu quieres este" que era el del lado. Y yo volví a insistir: "no, yo quiero este". Y ella volvió a insistir que cogiera el otro. Así que le hice caso.
Compré los elementos necesarios y a casa. Hay que decir que es muy barato. Un par de semanas después, por la llamada de la jungla de mi cabeza, me decidí a hacerlo. Eso de jugar a las peluqueras es emocionante, como cuando éramos pequeñas, pero de verdad.
Bueno, en primer lugar, es difícil sujetar el pelo. No pensé en eso en la tienda.... Y claro con las gomitas por aquí y por allí, pues bueno... Se hizo lo que se pudo. En segundo lugar: No hay quien llegue sin dislocarse un brazo o parecer imbécil a la parte posterior de la cabeza. Necesitaría ser mucho más flexible para llegar allí...
Y finalmente: el color. Yo cuando vi el color de la pasta, no lo reconocí de la peluquería, pero pensé: esa señora sabe más que tu, así que no desconfíes... Pero no paraba de recordar la "discusión" en el momento de escoger el color. Ella me dijo que lo dejara actuar medio hora y listos.
Bueno, finalmente, y como pude, pinte de rayas mi cabeza. No estaba mal, aparentemente parecía igual que en la pelu. ¡Qué orgullosa de misma! Y ahora la gozada: hacer lo que a uno le viene de gusto por casa con la cabezota así. Nada de estar en la peluquería mirando revistas absurdas, con el culo cuadrado de tanto estar sentada. Genial.
Cuando pasó la media hora, hice como en la pelu: mire el color de uno de los mechones. El más reciente. Y decidí dejarlo un poco más.
Me lavé la cabeza y... Horror: ahora tengo las raíces de las mechas naranjas. Sí, sí, naranjas... De hecho, no se si es por el tiempo de aplicación (que la señora dijo 30 minutos, yo lo dejé 40 y debe estar una hora) o porque no es el tono... No lo sé la verdad. Pero lejos de ponerme histérica (raro en mi, ya lo confieso y más en estos días), me lo tomé con calma. No sé por qué.
He decidido que voy a volver a hacerlo. Sí. Así saldré de dudas de si es o no un problema de tiempo. Total ya tengo el color en la cabeza, ¿qué puedo perder? Si me sigue quedando fatal, me voy a la peluquería y ya sabré que esto no debo hacerlo nunca más. Y si me sale con éxito, pues una experiencia más.
Lo que sí que pienso hacer, es volver a la tienda de la señora amable y decirle que de media hora, nada de nada. Y que el color, era el que YO quería...
Ya os contaré...
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