Más o menos os pudistéis hacer una idea de los acontecimientos en 24 horas. La cosa sigue siendo un desastre.
A parte de esto, hoy quiero contaros la comida que hicimos aquel día. Hice un pequeño apunte en el post anterior. Como ya os dije, fue desagradable y surrealista.
Tras los muchos desastres de ese día, decidimos ir a comer fuera. Encontramos un espacio donde aparcar y justo delante había un restaurante pequeño de menús. La verdad es que la idea inicial era ir a una terracita que ya conocemos cerca. Pero decidimos probar a ver qué tal.
Nos sentamos y llega una señora con cara de Rango (no sé si habéis visto la película de dibujos animados). Esa media melena cortada entre las orejas y los hombros, con ojos taciturnos y unos labios perfilados de ese marrón que tanto me desagrada. La mujer estaba fumando. Nos pregunta con una forzada amabilidad:
- ¿Qué queréis majos?
No abre los ojos del todo ni un segundo. No nos trae ni la carta. Supongo que con la pizarrita fuera ya basta.
Nos toma nota: tres platos de melón con jamón y de segundo dos lomos y un pollo. Para beber una botella de vino blanco y una agua fría.
Vuelve a los 5 minutos con manteles individuales y servilletas. La ayudamos a poner las servilletas porque no puede. Eso ya es un poco raro. ¿Por qué tiene tanta poca destreza con las servilletas? Bueno vuelve con la botella de vino y el abridor. Se dirige a Mi Príncipe y le dice: "Lo abres tu, vale? Graciaaaaass". Y se va.
Mi Príncipe, le responde por supuesto, ningún problema. Pero nos quedamos parados. Llega con los platos. Asco total. Cuando deja los platos en la mesa, vemos que tiene el dedo pulgar dentro de los platos, aprisionando el jamón entre su dedo y el plato. Sólo un corte de melón, no nos vayamos a empachar. Obviamente, la parte pillada por su dedo y su uña amarillenta se quedan sin probar intacta en los platos...
Llegan los segundos. No me lo puedo creer. El trozo de pollo es más pequeño que mi iphone, y igual de grueso también. ¿Me estará llamando gorda? Las patatas fritas, quemadas. Decididamente, no ha sido una buena idea probar este sitio. Me lo como con asco. Las patatas no.
Viene y nos pide si queremos postre. Nadie quiere postre. Claro, para que nos traiga una cereza o una nuez, no hace falta. Pedimos cafés. Llega con los cafés, los tres entre las dos manos y me tira encima la mitad del mío... Ni se entera. Pasa de todo la amiga. Entonces lo vemos claro: o va drogada o va borracha.
Y sí, va drogada hasta las cejas. La imagen es lamentable, patética. Penosa diría yo. Pero penosa que da lástima. Cómo puede ir así a trabajar. Esta señora tiene un problema. Cuando va para dentro choca con los taburetes de la barra y le caen tres al suelo.
Mi Príncipe entra a pagar. La señora se hace un lío para contar. Finalmente, con ayuda, nos dice el importe. Y cuando se vuelve a sentar mi Príncipe llega a la mesa y nos dice: "Os cobró: son 31,60 euros." Y se queda tan ancha. Le decimos que acabamos de pagar a lo que responde levantando los hombros y con un "vale", nos deja ahí y se larga.
Nos fuimos. Aunque pudiera ser gracioso en algún momento, no tiene nada de gracioso. Es muy triste que una persona con esta adicción esté ahí. Obviamente no volveremos, ni somos nadie para decirle nada, pero por favor, algún amigo o pariente cercano debería hacer alguna cosa.