Así de positiva pongo el título de este post. Porque me voy a felicitar a mi misma: he ido al gimnasio.
Sí, y no una vez, no sólo a tomar un café, no a pasearme por ahí. A hacer deporte. Estoy muy orgullosa de mi misma. Hay que reconocer que me siento muy bien... Y que no pienso dejar de ir. Para crear un hábito debemos repetir esa acción varias veces. No sé exactamente cuánto... Pero estoy segura que voy de camino.
El primer día fue un poco duro, pero muy divertido. Miré las clases que hacen y decidí probar un par de ellas. Así que me plante vestida para matar con mis pantalones corsario y una camiseta de tirantes dispuesta a sudar.
DÍA 1: A BAILAR
Pues sí, clase de baile (dance fitness). Pero no baile de no sudar. Me gustó la descripción de esta clase porque vi que sería una de esas clases que no pararía ni un segundo.
Fui el primer día. Pero la gente ya conocía a la profe, así que me hice a la idea de parecer un pato en medio de cisnes... Todas sabrían los pasos y yo no sabría nada de nada. Bueno, da igual. Valor y al toro. Por suerte no éramos muchas.
Y lo que suponía pasó: la profe no vacila ni un momento. A gritos y con la música a tope dale que te pego, a moverse sin parar. Ritmo en las caderas y explotando de vez en cuando nuestro lado sexy. La verdad, me moría de vergüenza... Eso que una de las paredes sea de cristal me toca mucho las narices. De vez en cuando la gente se para a mirar. Mirones... Bueno, para consolarme, me queda pensar que les gustaría entrar a hacer la clase pero que no han reunido el valor suficiente.
Lo que debo destacar es que había allí un par de mujeres de 50 años que se movían espectacularmente. Y cuando a mi los músculos me quemaban del esfuerzo, ellas seguían allí, dándolo todo... Un ejemplo a seguir. Eso quiero yo.
Por surte no tropecé ni una vez. Eso es un logro muy importante en mi, créanme. Me lo pasé muy bien. Pienso volver todos los días del año.
Acabé la clase como si me hubieran tirado un cubo de agua encima, pero por mi asombro, sin unas agujetas espectaculares al día siguiente.
DÍA 2: FRUSTRACIÓN.
Dentro de la semana fatal, me pasó lo siguiente. Fui dispuesta a probar una clase de relajación. Pero al ver que sólo eran dos personas y que más o menos entre su edad y la mía como mínimo nos separaban 20 años, decidí no entrar... Así que dije, pues nada, a nadar. Vuelvo al vestidor. La señora que está allí debe pensar que soy un poco despistada. Llego y me pongo de deporte y luego a los 10 minutos vuelvo a entrar y me pongo el bañador...
Me pongo el bañador y me dirijo a la piscina. Eso de cruzar el gimnasio con bañador y toalla no me gusta nada. Sin dudar ni una momento, me pongo el gorro, voy a la ducha y al agua patos. Qué fría... Bueno, no hay dolor. Vamos a nadar. A mi lado izquierdo una chica que no ha parado des de que he llegado... A mi derecha un señor que tampoco para. Qué puestos están todos... Eso de ser visiblemente la principiante siempre es un poco agotador.
Me pongo mis super gafas y a nadar. 1, 2, 3, 4 piscinas. Tengo que parar. Me ahogo... Me muero. Control del entorno. ¡Todavía no han parado! Qué fuerte... Bueno va, seguimos: 1, 2,... Y llegó el drama. Se me rompen las gafas... ¿Eso es un complot para parecer más tonta todavía? Examino las gafas. Imposible de arreglar. Bueno... Lo probaré sin ellas. Imposible. No puedo abrir los ojos y seguro que no voy recta... Acabar chocando con uno de los profesionales de mi lado izquierdo o derecho ya sería el súmmum. Bueno, paro. No puedo hacer más...
Intento salir de ahí sin que nadie note mi presencia... Y cuando estoy fuera me fijo en una clase que están dando con música, steps, cuerdas, etc. ¡Yo quiero eso! Van a tope pero me gusta. Pienso ir a la próxima, porque cambiarme por tercera vez ya es demasiado...
De momento abandono. Pero volveré...
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